El rincón al que ningun cuerdo entraría, y que vos estás visitando.

domingo, 6 de abril de 2008

Cacerola de teflon.


¿Porqué que hacer un texto enorme intentando reflejar la situación actual de un país, cuando simplemente puedo poner una canción?
No se porque la escribió quien la escribió, si es un hipócrita o un adulador. No se si sus palabras y sus actos de condicen. No me importa su rostro sino su voz, y lo dicho muesta, una parte siquiera, de la realidad. Algunos no podrán verla, a otro no les convendrá, pero es un fragmento de realidad que no se puede evitar...



No te oí... En los días del silencio atronador.
No te oí junto a las madres del dolor,
no sonaste ni de lejos, por los chicos,
por los viejos olvidados.

No te oí... Puede ser que ya no estoy oyendo bien,
pero al borde de las rutas de Neuquén,
no te oí mientras mataban por la espalda a mi maestro.
Y entre nuestros cantos desaparecidos
yo jamás oí el sonido de tu tapa resistente,
que resiste comprender que hay tanta gente
que en sus pobres recipientes sólo guarda una ilusión.

Cacerola de teflón, volvé al estante,
que la calle es de las ollas militantes, con valiente aroma de olla popular.
Cacerola de teflón, a los bazares
o a sonar con los tambores militares
como tantas veces te escuché sonar.

No te oí... cuando el ruido de las fábricas paró,
cuando abril su mar de lágrimas llenó.
No te oí con los parientes del diciembre adolescente, asfixiado.
No te oí. Puede ser que mis oídos oigan mal,
pero no escuché en la exposición rural,
reclamar por el jornal de los peones yerbateros,
por la rentabilidad de los obreros,

por el tiempo venidero, porque venga para todos.

No te oí ni te oiré porque no hay modo
de juntar tu avaro codo con mi abierto corazón.
Cacerola de teflón, volvé al estante
de los muebles de las casas elegantes
que las cocineras te van a extrañar.
Cacerola de teflón, a los bazares
o a sonar en los conciertos liberales
como tantas veces te escuché sonar.

No te oí en el puente de Kosteki y Santillán
No te oí por el ingenio en Tucumán.
No te oí en los desalojos ni en los barrios inundados de este lado.
No te oí, en la esquina de Rosario que estalló
Cuando el ángel de la bici se calló
y sus ángeles pequeños se quedaron sin comida.

Y jamás te oí en la vida repicar desde acá abajo
por un joven sin trabajo, a la deriva.
Debe ser que desde arriba,
desde los pisos más altos
no se ve nunca el espanto y las heridas.

Cacerola de teflón, volvé al estante.
Yo me quedo en una marcha de estudiantes
donde vos nunca supiste resonar.
Cacerola de teflón, a los bazares

o a llenarte de los más ricos manjares
que en la calle no se suelen encontrar.

Cacerola de teflón, andá a c... ocinar.




Yotuel...

lunes, 31 de marzo de 2008

La sangre de los muertos, si que es argentina.



El 2 de abril de 1982, cinco mil efectivos al mando del general Benjamín Menéndez desembarcaban en las Islas Malvinas, dando comienzo a una operación militar suicida, condenada al fracaso desde sus comienzos. No era este el intento patriótico de un país por devolver la soberanía argentina a unas islas lejanas y olvidadas, sino el último intento desesperado de un gobierno de facto por mantenerse en el poder. Un poder tomado por la fuerza las armas y sostenido por ellas.
El mundo no apoyo a nuestro país tercermundista como algún militar habrá previsto ingenuamente. Las historias de exiliados, torturados y desaparecidos sobrevolaban países en los que, a diferencia del nuestro, no eran censuradas. Fuimos catalogados como país agresor, las organizaciones internacionales nos dieron la espalda, los intereses económicos prevalecieron, y hasta países "hermanos" brindaron su apoyo económico y logístico a la potencia extranjera, históricamente prepotente e imperialista.
649 soldados argentinos perdían la vida en un conflicto absurdo, sumándose así a la infinita lista de víctimas de la dictadura genocida. Y también 255 británicos, que eran tan culpables de la mediocridad de su gobierno, como los argentinos de la ilegalidad del nuestro.
Y no olvidemos a los sobrevivientes, porque no es solo héroe quien murió como suelen enseñarnos. Cientos de argentinos volvían a un país que les daba la espalda, como mal recuerdo de la dictadura militar. Y así, olvidados, debieron soportar los tormentos que invariablemente les esperaban: las heridas físicas que con suerte sanarían, y las psicológicas, que nunca desaparecen. Todavía hoy gritan por una contención que nadie supo darles, y luchan por los beneficios que cualquier ex-combatiente merece, como triste consuelo. Pero no todo ha cambiado mucho, y otros gobiernos, esta vez democráticos, vuelven a fallarles.
Hoy, como forma de protesta, solo nos queda la memoria. Una memoria que nos enseñe que el patriotismo no consiste en odiar a un país, que la justicia jamás vendrá de la mano de un gobierno ilegal y que la soberanía no vale la vida de cientos de seres humanos. Una memoria que, de una vez por todas nos permita decir con sinceridad: nunca más.




Yotuel...

jueves, 20 de marzo de 2008

Carta abierta a mi nieto o nieta.



Dentro de seis mese cumplirás 19 años. Habrás nacido algún día de octubre de 1976 en un campo de concentración. Poco antes o poco después de tu nacimiento, el mismo mes y año, asesinaron a tu padre de un tiro en la nuca disparado a menos de medio metro de distancia. El estaba inerme y lo asesinó un comando militar, tal vez el mismo que lo secuestró con tu madre el 24 de agosto en Buenos Aires y los llevó al campo de concentración Automotores Orletti que funcionaba en pleno Floresta y los militares habían bautizado "el Jardín". Tu padre se llamaba Marcelo. Tu madre, Claudia. Los dos tenían 20 años y vos, siete meses en el vientre materno cuando eso ocurrió. A ella la trasladaron -y a vos con ella- cuando estuvo a punto de parir. Debe haber dado a luz solita, bajo la mirada de algún médico cómplice de la dictadura militar. Te sacaron entonces de su lado y fuiste a parar -así era casi siempre- a manos de una pareja estéril de marido militar o policía, o juez, o periodista amigo de policía o militar. Había entonces una lista de espera siniestra para cada campo de concentración: Los anotados esperaban quedarse con el hijo robado a las prisioneras que parían y, con alguna excepción, eran asesinadas inmediatamente después. Han pasado 12 años desde que los militares dejaron el gobierno y nada se sabe de tu madre. En cambio, en un tambor de grasa de 200 litros que los militares rellenaron con cemento y arena y arrojaron al Río San Fernando, se encontraron los restos de tu padre 13 años después. Está enterrado en La Tablada. Al menos hay con él esa certeza.
Me resulta muy extraño hablarte de mis hijos como tus padres que no fueron. No sé si sos varón o mujer. Sé que naciste. Me lo aseguró el padre Fiorello Cavalli, de la Secretaría de Estado del Vaticano, en febrero de 1978. Desde entonces me pregunto cuál ha sido tu destino. Me asaltan ideas contrarias. Por un lado, siempre me repugna la posibilidad de que llamaras "papá" a un militar o policía ladrón de vos, o a un amigo de los asesinos de tus padres. Por otro lado, siempre quise que, cualquiera hubiese sido el hogar al fuiste a parar, te criaran y educaran bien y te quisieran mucho. Sin embargo, nunca dejé de pensar que, aún así, algún agujero o falla tenía que haber en el amor que te tuvieran, no tanto porque tus padres de hoy no son los biológicos -como se dice-, sino por el hecho de que alguna conciencia tendrán ellos de tu historia y de como se apoderaron de tu historia y la falsificaron. Imagino que te han mentido mucho.
También pensé todos estos años en que hacer si te encontraba: si arrancarte del hogar que tenías o hablar con tus padres adoptivos para establecer un acuerdo que me permitiera verte y acompañarte, siempre sobre la base de que supieras vos quién eras y de dónde venías. El dilema se reiteraba cada vez -y fueron varias- que asomaba la posibilidad de que las Abuelas de Plaza de Mayo te hubieran encontrado. Se reiteraba de manera diferente, según tu edad en cada momento. Me preocupaba que fueras demasiado chico o chica -por ser suficientemente chico o chica- para entender lo que había pasado. Para entender lo que había pasado. Para entender por qué no eran tus padres los que creías tus padres y a lo mejor querías como a padres. Me preocupaba que padecieras así una doble herida, una suerte de hachazo en el tejido de tu subjetividad en formación. Pero ahora sos grande. Podés enterarte de quién sos y decidir después qué hacer con lo que fuiste. Ahí están las Abuelas y su banco de datos sanguíneos que permiten determinar con precisión científica el origen de hijos de desaparecidos. Tu origen.
Ahora tenés casi la edad de tus padres cuando los mataron y pronto serás mayor que ellos. Ellos se quedaron en los 20 años para siempre. Soñaban mucho con vos y con un mundo más habitable para vos. Me gustaría hablarte de ellos y que me hables de vos. Para reconocer en vos a mi hijo y para que reconozcas en mí lo que de tu padre tengo: los dos somos huérfanos de él. Para reparar de algún modo ese corte brutal o silencio que en la carne de la familia perpetró la dictadura militar. Para darte tu historia, no para apartarte de lo que no te quieras apartar. Ya sos grande, dije.
Los sueños de Marcelo y Claudia no se han cumplido todavía. Menos vos, que naciste y estás quién sabe dónde ni con quién. Tal vez tengas los ojos verdegrises de mi hijo o los ojos color castaño de su mujer, que poseían un brillo especial y tierno y pícaro. Quién sabe como serás si sos varón. Quién sabe cómo serás si sos mujer. A lo mejor podés salir de ese misterio para entrar en otro: el del encuentro con un abuelo que te espera.



Juan Gelman, 12 de abril de 1995.

lunes, 10 de marzo de 2008

Jade


Empieza a cansar esto del blog. Pero bueno, ahí va un cuento:


La más bella e impoluta de las deidades, suspiraba abrumada por la impasible monotonía de su existencia. La eternidad la asfixiaba, la aprisionaba en una penumbra inamovible e infinita.
Entonces, decidió crear el tiempo. Deseaba sentir su eterno y sutil avance, acariciando cada fibra de su ser. Esperaba que disipase la desesperante quietud de su inmortalidad.
Pero el tiempo no es tiempo, sin la existencia de algo que haga notar su paso.
Entonces la diosa de piel nívea creo el universo.
Pero nada alteraba la monotonía.
Planetas, estrellas y galaxias nacían y morían bajo su influjo. Inalterables se sucedían los ciclos del universo: nacimiento, esplendor, agonía y muerte. Nada escapaba a ellos.

Esperanzada, la deidad creo vida, el más maravilloso de sus dones. Y no solo la creó, sino que otorgo a sus creaciones la capacidad de reproducirla. El precio impuesto fue su mortalidad. Animales, árboles y plantas, todos, inevitablemente, sucumbían a los designios de la muerte.
Por un tiempo pudo calmar sus ansias y acallar su espíritu. Al fin sentía el tiempo deslizarse, suave e inexorablemente, arrastrando consigo la efímera mortalidad de sus criaturas.
Sin embargo, sus creaciones, instintivas y primordiales, resultaron angustiosamente predecibles. Pronto, muy pronto, dejaron de deslumbrarla y se volvieron cíclicas y tediosas.
Ella necesitaba un ser único, tan impredecible como imperfecto. Fue así que de barro y arena, moldeo maternalmente al preferido de sus seres, el hombre. Su propio y grotesco reloj de arena, que le haría sentir para siempre el influjo perpetuo de las arenas del tiempo.

Los hombres muy pronto se diferenciaron de las demás criaturas. Concientes de sus propias limitaciones, y de sus virtudes únicas no tardaron en convertirse en los soberanos de su destino. Moldearon su entorno, manipularon a sus hermanos y doblegaron la vida.
La diosa, satisfecha, sonreía al contemplar a sus belicosas creaciones.
Eran su juguete favorito y sus miserias nada significaban para ella. Sus ingenuos afanes de inmortalidad la divertían particularmente.
Eterna y omnipotente, la deidad los observaba.

Pero un día, los humanos sucumbieron a la monotonía. Nacimiento, esplendor, agonía y muerte, los ciclos se repetían de nuevo inexorables. Su tediosa existencia resultaba exasperante.

La deidad, hastiada, hizo un gesto y desaparecieron los hombres. Hizo otro y desapareció el universo. Uno más y desapareció el tiempo.
Resignada y sombría, hizo un gesto y desapareció.



Yotuel

lunes, 25 de febrero de 2008

...


Le enseñaron a no pensar ni razonar, enseñanza vital.
Jamás reaccionar, solo aceptar, eran premisa ideal.
¡Joven cordero te vas a callar!
Maldita obediencia, ideal militar.

El solo quería una vida normal, algo banal.
Tapar los sentidos, una costumbre social.
El silencio le hacía pensar, ¡algo intelectual!
Las ideas hay que matar, nada es casual.

¿Libertad? Una idea animal, nada esencial.
¿Justicia? La has de mirar en algún canal.
¿Paz? Bajo esta bandera no la has de encontrar.
¿Amor? No existe tal cosa, solo procrear.

Tu vida se va a marchitar, te acostumbrarás.
Enciende la TV, lo vas a olvidar.
¿Pensar?, que ingenuo ideal .
¿Algo mejor? Jamás lo sabrás.

Lucha de clases, batalla tribal.
Desenlace inminente e historia oficial.
Poder nacional, autoridad criminal,
masacre inocente, eterno final.



Yotuel

martes, 19 de febrero de 2008

Parafraseando a Einstein


Frases, refranes, proverbios. Siempre me fascinaron. No sabría explicarlo, es la capacidad de ciertas personas de decir tanto en tantas pocas palabras la que me atrae. Una frase puede enseñar mas que un libro, una conversación, y no hace falta aclararlo, mas que unas cuantas materias de la secundaria.

Entonces asi se inaugura esta "sección" en donde iré poniendo algunas de las (a mi modo de ver) mejores frases jamás dichas.

Para empezar Albert Einstein, considerado uno de los hombres mas brillantes de toda la historia. Pero no me interesa de él su inteligencia exepcional, o todos sus para mi incomprensibles conocimientos científicos, sino su sincera humildad y simpleza de espíritu, sus ideales simples y su alegre sabiduría.



Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro.


Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad.


Cuando me preguntaron sobre algún arma capaz de contrarrestar el poder de la bomba atómica yo sugerí la mejor de todas: La paz.


El azar no existe; Dios no juega a los dados.


Si mi teoría de la relatividad es exacta, los alemanes dirán que soy alemán y los franceses que soy ciudadano del mundo. Pero si no, los franceses dirán que soy alemán, y los alemanes que soy judío.


No entiendes realmente algo a menos que seas capaz de explicarselo a tu abuela.


No sé con qué armas se luchara en la tercera Guerra Mundial, pero sí sé con cuáles lo harán en la cuarta Guerra Mundial: Palos y mazas.


El que no posee el don de maravillarse ni de entusiasmarse más le valdría estar muerto, porque sus ojos están cerrados.


Estoy absolutamente convencido que ninguna riqueza del mundo puede ayudar a que progrese la humanidad. El mundo necesita paz permanente y buena voluntad perdurable.


Educación es lo que queda después de olvidar lo que se ha aprendido en la escuela.


El nacionalismo es una enfermedad infantil. Es el sarampión de la humanidad.


Una velada en que todos los presentes estén absolutamente de acuerdo es una velada perdida.


¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio.



Espero que las disfruten tanto como yo...



Yotuel

martes, 5 de febrero de 2008

Noctambuleando.


Honremos a la gran trajicomedia que llamamos vida. Ahí va un texto rápido de madrugada.




Un señor va con su esposa embarazada y sus dos pequeños hijos rumbo a Mar del Plata luego de un agotador año de explotador y mal pago trabajo.

Las primeras 4 horas de viaje son tolerables, las siguientes tres agotadoras y las ultimas insoportables. Maneja a una velocidad promedio y segura por una ruta de un solo carril abarrotada de camiones que viajan en ambos sentidos. Grandes tractores y maquinas cosechadoras circulan una ruta de un solo carril cuya capacidad se ve excedida. La velocidad promedio de 100 km/h se ve reducida al molesto traqueteo de los grandes armatostes que no exceden los 40 km/h.

El viaje ya lleva 10 horas, el conductor esta cansado y tiene el pie entumecido. Sus pequeños hijos inquietos no ven la hora de llegar y no paran de hacérselo notar. Una interminable fila de autos y vehículos pesados hacen necesario un continuo adelantamiento si el conductor desea ir a una velocidad superior a la de un crustáceo.

Claro, todo seria más sencillo si la empresa que cobra peajes exiguos invirtiera un poco mas en la ruta que pide a gritos convertirse en autopista. Los pozos, la falta de señalización y banquina no mejoran la situación. Ahora, analicemos tres posibles desenlaces:


1) El conductor extenuado, harto y con unas incontenibles ganas de llegar a destino comete un error HUMANO, es cierto. Un mal cálculo y una salida precipitada significan la embestida de un camión a una velocidad de 80 km/h.
Saldo: 4 muertos.

Claro, este error HUMANO, tal vez no hubiera sido tal si la autopista que nunca fue permitiera un transito mas fluido que no instara a tantas maniobras peligrosas para llegar a destino.


2) El ya tan mencionado conductor, maneja a tan alta velocidad como su vehiculo de fabricación coreana se lo permite sin moverse como una cometa. Puedo asegurar que no es una velocidad supersónica ni mucho menos.

El viaje se convierte en travesía al tener que esquivar los innumerables baches que adornan la ruta. Un bache del tamaño del monte kilimanjaro hace imposible el esquivarlo. El conductor lo atraviesa, pierde el control y acaba dando trompos hasta detenerse contra un árbol. (Ups, ruta sin valla de contención) Error humano, pero no del conductor sino del empresario que administra la ruta. Y no se hasta que punto será justo llamarlo humano.

Saldo: 4 muertos.

Tal vez ese pequeño cráter en tan segura ruta tuvo algo que ver con el accidente.


3) Volvemos a un punto ya señalado, la falta de señalización. La feliz pareja y sus querubines sueñan con las bellas playas marplatenses (no tan bellas como en las publicidades, pero con cierto encanto sin duda)

El conductor maneja de noche para evitar el tránsito pesado. Las curvas con algo abruptas y no están señaladas. Como las habilidades extrasensoriales del buen conductor no están desarrolladas, no aprecia la curva que se aproxima.
Desprevenido sigue su recto camino. Claro, cual es su sorpresa al enterarse de que ya no esta en la ruta, sino flotando en un hermoso pero algo peligroso río bonaerense. Los autos no saben nadar, claro esta.

Saldo: 4 muertos.

Estoy convencido de que el conductor le hubiera hecho caso a un cartel que anunciara el giro hacia la derecha. Al menos claro, que tuviera unas firmes convicciones suicidas.


Pero por suerte no hay de que preocuparse, las rutas argentinas son seguras (para transitarlas en helicóptero). Solo queda esperar que el progreso traiga a nuestras puertas a esas maravillas de la aeronáutica.



No colabore con las funerarias, si es pelotudo, no conduzca.



Yotuel